miércoles, 12 de enero de 2022

UNA SOLA OPORTUNIDAD


 

Una de las dos leyes más famosas de Murphy afirma que si algo puede salir mal, saldrá mal. La otra habla de una tostada y de la mantequilla. Y, como a usted le pasa, yo tampoco recuerdo ninguna otra de las restantes leyes de Murphy. 

Murphy es un pesimista de esos que hacen profesión de fe de su visión negativa de la existencia y de sus avatares. Estoy seguro de que le hubiese encantado firmar la autoría de la frase Un pesimista es un optimista bien informado. Pesimista viene de pessimus, un latinazo que significa que la cosa había ido a lo peor partiendo de peor; optimista viene de optimus, que en latín era una exclamación que se usaba para felicitar por un buen espectáculo, algo así como nuestro ¡Bravo! o ese castizo ¡Olé! que viene de la exclamación ¡Allah! que lanzaban los de al- Ándalus cuando un poema era del gusto de la audiencia.

La gravedad del pesimista ha sido considerada en ocasiones como algo no exento de humor. Ignoro si esa gravedad es la que, siguiendo la ley de Newton, obliga a los que padecen este género oblicuo de conexión con la existencia, a andar encorvados y con la cabeza cabizbaja. El optimista suele andar orondo y feliz ¿Verdad, mi querido lector, que al primero le ha vestido de riguroso negro y el segundo lleva ropa de color? El optimista posee una visión oblicua de la existencia no alejada de la de su antagonista. Ambos caminan por el borde de ese paréntesis entre dos nada que es la vida, según frase de Mario Benedetti.


Al final, solo los que confían en un más allá que está después de este más acá, tienen derecho a plantearse qué es esto de vivir. Para aquellos que no creemos en Paraísos celestiales, ni reencarnaciones post mortem o estrafalarias metempsicosis en bichos, -ignoro si también en modesta flor de cactus-, ni en esa nueva añagaza que presenta ahora la Ciencia desde su brazo metafísico, es decir desde la física cuántica, que son los Universos paralelos, plantearnos qué es la vida se torna en un absurdo.

Pero mi entorno humano suele echarse las manos a la cabeza afirmando con desesperación que “esto”, su vida, debe tener un sentido. Desde sus creencias, -unos-, desde su ateísmo, -otros-, hay un convencimiento de que la existencia humana, cada existencia humana, tiene una significación en el Universo. Y orillean su pensamiento en los bordes del determinismo teológico.

En ese aspecto se destaca que una vida es exitosa cuando tiene cosechado algunos éxitos. Pero yo afirmo que ninguna vida es exitosa; todas, como cualquier cosa en el Universo, terminan en la nada. El éxito de Cervantes es disfrutado por aquellos que estamos vivos, no por Cervantes, quien ya no es ni siquiera polvo. Todas las angustias y desvelos que experimentó Felipe II no servirán para darle otra vez ni un cronón para volver a respirar por sus extintos pulmones. Desgraciadamente, John Lennon jamás volverá a cantar una canción. Tampoco la escuchará.


Ahora que la muerte ya no es una cuestión que les sucede a otros, sino que está comenzando a ser un asunto tan particular que me va la vida en ello, comienzo a mirar las cosas no por lo que valen, sino por lo que voy a perder cuando no pueda verlas. No es lo mismo vender que comprar. La juventud y la madurez tienen tendencia a la malversación del tiempo y de la belleza. El tiempo y lo que la vida regala solemos malvenderlos, a veces ni tan siquiera al mejor postor.

Se afirma que hay hombres que desperdician su tiempo persiguiendo una quimera. Yo a esos solo tengo que desearles suerte. Están empleados en algo tan necesario, lógico y hermoso como perseguir lo imposible. Y finalmente, no obtendrán nada, ni siquiera el tiempo que invirtieron ¡Oh, qué cosa tan lamentable! Dirán los banqueros y próceres de la Tierra; pero estos tampoco se llevarán nada cuando la pálida Parca, les de a beber su copa y, como dice el maravilloso Omar Jayyam, en sus maravillosas Rubayyat, no puedan negarse a beberla. Y se irán de esta vida, no tan desnuditos como vinieron a ella, pues entonces tenían toda la vida por delante, sino que ni siquiera se irán porque lo que es nada no puede ir a ningún sitio. Ni su dinero ni su poder serán ya suyos. La nada no tiene algo. Solo usted y yo, hoy, poseemos el mayor tesoro del Universo, la vida.