viernes, 18 de noviembre de 2022

VÁYASE USTED A... (UBICACIÓN DE ALGUNOS LUGARES A DÓNDE LE PUEDEN MANDAR) SINE IRA ET STUDIO

 


Nadie está excluido en esta vida de que en un momento dado se le mande a un lugar que no conoce. Tampoco se está libre de ser mandado a cierto lugar escatológico. Considero, dejándome llevar por el humor, que cuando se invita a alguien para que se marche a cierto sitio o se le dice que se halla en algún lugar que no es el espacio que ocupa físicamente, -ni moralmente, como diría el inmortal Chiquito de la Calzada-, lo menos que se puede hacer es indicarle dónde está ese sitio.



Soy bastante conocido entre mis familiares y amigos por mis despistes. En mi tierna niñez y mi laberíntica adolescencia más de una vez escuché aquello de “No te enteras. Siempre estás en Babia”. Y a pesar del estudio exhaustivo que en mis ya lejanos días escolares se hacía de la geografía de España, no recuerdo que Babia apareciera en mi libro. Y eso que recuerdo los afluentes del Tajo por la derecha y por la izquierda o el pico más alto del Sistema Ibérico. Pero, ese lugar ignoto donde, -en opinión de algunos-, yo me hallaba mentalmente, Babia, no aparecía. Así que dejé de preocuparme por esta cuestión geográfica y supuse que Babia, como Jauja, era un lugar inexistente. Pero he aquí que un día en la Universidad, en mis años de estudiante de Historia Medieval de España, apareció Babia.



Y fue el encuentro a raíz de una lección sobre la batalla de Las Navas de Tolosa (año 1212) .Recordarán que fue en esta celebérrima batalla donde la coalición de los reyes de Castilla, Aragón y Navarra derrotó al poder almohade, rompiendo definitivamente la última esperanza de al- Andalus, de impedir el avance de los reinos cristianos del norte de la península ibérica. Y detrás del fragor de las huestes cristinas escuché a mí profesor decir que el rey de León no había participado en la coalición y que prefirió quedarse en el pueblo de “Babia. Debí dar un respingo en el asiento. Se trata de un pueblecito situado en la provincia de León, que debe ser muy lindo, como todos los pueblos de nuestra adorada piel de toro, -a la que San Isidoro de Sevilla, santo patrón de internet (nacido hacia el 560 y muerto en el 636), consideraba, con razón, “la más hermosa de las tierras que se extienden del Occidente a la India”-, donde está situada la población de Babia.  Pues bien, en esta batalla clave en la historia de la Reconquista cristiana de la península ibérica, no estuvo presente el rey de León, Alfonso IX, debido a su enfado con el rey de Castilla, -otro Alfonso, pero este el VIII-. El enfadado rey de León prefirió quedarse en el pueblecito de Babia, tomando el sol en lugar de unirse a la coalición. Así perdió la oportunidad de figurar en la Historia como uno de los reyes artífices de una victoria crucial para la Cristiandad.

De ahí viene que a alguien que por despiste pierde buenas oportunidades se le diga que “está en Babia”. Pueblecito que me encantaría visitar algún día, como deseo fervientemente visitar la maravillosa iglesia de San Isidoro de León, considerada como “La Capilla Sixtina” del románico, y ver sus maravillosos frescos en techo y paredes.



Pero siguiendo con nuestra ruta de lugares a donde se nos puede enviar, resulta que la cosa está “en el quinto pino”. Entonces, hay que trasladarse a Madrid, al Parque del Retiro. Allí Felipe V, en el siglo XVIII, plantó, mejor decir que ordenó plantar, una serie de pinos a buena distancia unos de otros. Los madrileños se acostumbraron a citarse en el Retiro, teniendo como referencia un pino en concreto, nos vemos en el primer pino esta tarde, nos vemos mañana en el segundo pino, etc. Las parejitas y la gente que tenía que tratar cosas a escondidas se citaban lejos, lo más lejos posible, en el quinto pino. Mire usted qué arte tan grande.

Había gente que pensaba que en el quinto pino, como aquello estaba tan lejos, se podía andar sin reglas ni control, es decir que estaban en Jauja, que era una tierra donde no se trabajaba, pero había comida y bebida en abundancia, así que quienes tenía un hambre “pantagruélica”, que viene de uno de los dos gigantes de la obra de Rabelais, “Gargantúa y Pantagruel”, podían vivir a sus anchas, comiendo y bebiendo todo el día, sin dar un palo al agua. En mi niñez, mi inolvidable madre me solía decir, cuando sacaba los pies del plato, “¿Tú te has creído que esto es Jauja”? Por desgracia, Jauja, no está en ningún sitio y en realidad es la onomatopeya de la risa “ja, ja”, con una “u” en medio para que no sea tan evidente. Jauja nació en una de esas deliciosas piezas cortas llamadas “pasos” que nos dejó el padre del teatro español, Lope de Rueda (+ 1565). En el “paso” de “La tierra de Jauja”, dos caraduras emboban a un simple contándole las maravillas de Jauja, mientras se comen las viandas que el pobrecico tenía para el día. Cervantes, en sus años mozos, vio actuar a Lope de Rueda y aquello fue el detonante de su pasión por los escenarios. El “paso” era una obrita muy corta, apenas cinco minutos, diez en el mejor de los casos, que se hacía entre los actos de las obras largas. Luego fueron llamados “Entremeses” y fue precisamente con Cervantes que alcanzaron su cénit.

Volviendo al viaje de lugares a donde nos indican sin cortesía que nos marchemos, nunca entendí lo de mandar a alguien a freír espárragos, que parece venir en directo de una expresión común en la antigua Roma. En la inolvidable “Yo, Claudio”, Livia se ponía de los nervios cada vez que su esposo, el emperador Augusto, utilizaba una expresión vulgar “Chupar un espárrago”. 



Y no lo entiendo, porque si se manda a alguien a freír espárragos no se va muy lejos, igual que si se le manda a hacer gárgaras. Lo más a la cocina en el primer caso y al lavabo en el segundo. Por cierto, que el origen de la palabra “lavabo” también viene del latín y era de cuando las misas se daban en latín y ya nadie entendía nada de lo que se decía. Durante el Ofertorio, el sacerdote elevaba las manos y decía solemnemente esta frase del Salmo 26, “Lavabo inter innoncentes manus meas”, y el monaguillo de turno, le acercaba una jofaina y el cura se lavaba las manos. La frase traducida del latín al español quiere decir “Lavaré entre inocentes mis manos”, pero la gente común se quedó con aquello de que el monaguillo a la voz de “Lavabo”, -que en latín es la primera persona del futuro imperfecto del verbo "Lavare"-, se acercaba todo presuroso con la palangana. Y como para esto de ponerse finos y cultos nos viene muy bien el latín, supongo que las clases altas empezaron a decirle a Petra, la criada para todo, que “Preparara el lavabo que la señora quería refrescarse”. Y Petra, después de preguntar qué era eso y ser informada de lo inculta que era porque no sabía latín, al día siguiente se iba al mercado y le contaba a su prima Rufina, que servía en otra casa de postín, que ayer le preparó el lavabo a su señora para que se refrescara antes de que llegase cierto caballero que rondaba la acera cuando el señor no estaba. Y lo simpático era, y esto Petra no lo sabía, que el caballero en cuestión sí conocía el verdadero significado de la palabra latina “Lavabo”.

Y ya que estamos en la maravillosa civilización romana es bueno saber que todos los caminos conducen a Roma, no porque en la Ciudad Eterna se halle el Santo Padre, sino porque todas las calzadas que construyó Roma a lo largo y ancho de su enorme imperio terminaban uniéndose a la calzada principal que conducía a Roma. Los itinerarios de las calzadas fueron hechos de forma tan inteligente que hoy día muchas de las carreteras de la Europa meridional y parte de la Central, corren paralelas a las antiguas calzadas romanas. No les habrá pasado por alto el parecido entre las palabras calzada y calzado. Luego tenemos las palabras camino y carretera, las cuales, aunque vienen del latín, en realidad tienen su origen en el idioma céltico. Es uno de los pocos restos que aún perduran en nuestra lengua del antiguo idioma de los Celtas.

Mayor lógica entiendo en mandar a alguien a “hacer puñetas”. Según la RAE, Las puñetas es el encaje o vuelillo de algunos puños. Un adorno, generalmente de puntilla, que se usaba en la toga de los que usaban togas. Supongo que el arte de hacer puñetas es muy laborioso. Así que haciendo puñetas el pesado o la pesada de turno se mantenía entretenido y con un poco de suerte, hasta con la boca cerrada. Hacía puñetas y no entraban moscas, mire usted que dos por uno más mono.



Pero yo prefiero, si me tienen que mandar a algún sitio, que me manden a la Conchinchina, que era un sitio en la otra parte del mundo y con un toque exótico. Resulta que la Conchinchina no es sino la actual Vietnam. Hace muchos, muchos años leí una revista de la Unesco sobre los distintos teatros en el mundo, creo que aún conservo la revista, y desde entonces ando interesado por ver algún día las marionetas acuáticas de Vietnam. Así que, por favor, si están hartos de este artículo, de este blog y de mi persona en particular, no lo duden ¡Mándenme a la Conchinchina!

Quizás, otro día, toque temas más trascendentales, pero hoy me apetecía una sonrisa; aunque el humor no esté bien visto y se considere de más respeto la seriedad. Tonterías. No olviden algo, los animales siempre están serios, incluso algunos, como el cocodrilo, lloran, solo el ser humano sonríe.



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