martes, 10 de marzo de 2020

LA MUCHACHA RESPLANDENCIENTE (II)


Prosigue la leyenda japonesa recogida por Fukuyiro Wakatsuki, y que tituló “La chica resplandeciente” que Kaguya Himé, solicitó de los cinco pretendientes objetos imposibles de lugares que no existen. Con semejantes pretensiones no es extraño que la muchacha se quedase soltera.
 Tras esto, el propio emperador se enamora de Kaguya, tras verla una sola vez. Pero Kaguya no es un ser normal, el emperador la ve desvanecerse en el aire y sólo a sus suplicas vuelve a aparecer en forma corpórea.
La chica resplandeciente pertenece al pueblo que habita la Luna y, tras haber expiado una culpa que no se aclara, debe volver con su pueblo. La hermosa Kaguya Himé retarda el momento que le ofrecen los selenitas para vestir la túnica de plumas que le hará volver a la Luna, pues esa misma túnica también le hará olvidar su vida en la Tierra, esto es, a sus padres adoptivos y al emperador, de quien está enamorada. Los selenitas tienen prisa, pero no la hermosa Kaguya Himé.
“Cuando haya Luna llena, miradla para acordaros de mí” suplica a sus padres adoptivos, “Yo voy a olvidaros eternamente a mi pesar.” Y luego viste la túnica de plumas y es llevada hasta la hermosa Luna. La misma que yo contemplo algunas noches, arrobado, aplaudiendo desde mi corazón cuando se muestra plena de belleza. Soy uno de esos lunáticos. Espero de todo corazón que deba a mis padres este amor a la Luna.
Con mis amigos he comentado alguna vez que en todos los idiomas que conozco para nombrar a la Luna existe una palabra hermosa. Luna, Moon, Lune, Selene. Mi preferida para designarla es en árabe clásico, “kámar” Los hombres sienten que no se la puede designar de cualquier forma, que hay que encontrar la palabra que nos hable de la Belleza.
Para los antiguos griegos, la Luna era una diosa virgen y que gustaba de la caza. Junto con su cortejo de maravillosas ninfas, se metía en los arroyos a chapotear desnuda como su mamá la trajo al mundo. Cierto día un mancebo tuvo la mala fortuna de ver a la dama sin ropa y esta le convirtió en lobo. Cosas que pasan cuando se trata con seres sobrenaturales.
Pero esto refleja también uno de esos aspectos preocupantes de la Luna, su capacidad para producir emociones y alterar la realidad. La luna sangrienta es una amenaza que se percibe como si desde siempre hubiésemos sabido de su existencia. La calma se oculta temerosa cuando la Luna aparece como un disco rojo premonitorio en el azul de la noche, transformada de una dama vestida con gasa blanca o amarilla a la que deseamos poseer, en una femme fatale, en un dios psicopompo o conductor de las almas de los muertos.
El mar, ese otro elemento inquieto e inquietante, suele tenerla como su amada predilecta, sucumbiendo a sus caprichos, levantándose a sus ordenes o recogiéndose humilde si ella así lo desea. Sólo la Luna es capaz de ordenar semejantes cosas al mar.


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